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2. Con la Turia bajo el brazo

En 1983, el gobierno socialista surgido de las elecciones de octubre del año anterior aprobó la legislación que regulaba la exhibición de películas X en España. La “Ley Miró”, como se conoce al texto legal que todavía sigue vigente y que fue promovida por la cineasta Pilar Miró, directora general de cinematografía bajo el gobierno de Felipe González, autorizó la distribución y exhibición pública de porno en nuestro país, lo que se tradujo en que, a comienzos de marzo de 1984, comenzaran a funcionar las primeras salas X en nuestro país.

         Valencia se convirtió entonces en una de las ciudades españolas con mayor número de salas especializadas en la exhibición de cine pornográfico. Antiguos cines, como el Xerea o el Colón, se reciclaron en salas X, mientras que otras de más reciente creación y que, hasta entonces, habían proyectado películas de “arte y ensayo”, caso de las situadas en la calle Alcoy y en la calle Cuenca, se sumaron a la fiebre por el porno en la ciudad. El público valenciano acogió con curiosidad esta nueva oferta cinematográfica, pese a que la programación de las salas era un ejemplo del caos y la incultura que existía (y existe) en nuestro país respecto al cine con sexo explícito. Junto a películas recientes, entre ellas las de los pioneros del porno español en la legalidad, se proyectaban grandes clásicos del X americano o francés, sin el más mínimo criterio.

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         El espaldarazo al porno en Valencia lo dio la mítica Cartelera Turia, una publicación tan atípica como controvertida que todavía sobrevive, a punto de cumplir los 50 años de existencia. Nacida en pleno franquismo, a comienzos de 1964, la Turia, como se la conoce en Valencia, apostó desde sus inicios por una crítica cinematográfica rigurosa y una adscripción ideológica de izquierdas. Esto se tradujo en muchos problemas con la justicia durante los últimos años del franquismo pero, por contra, en un importante apoyo popular por parte de la intelectualidad valenciana. Cuando las salas X se legalizaron en España, la Turia fue la única publicación generalista que optó por considerar al porno como cine, de manera que sus críticos acudían a ver las películas X igual que iban a ver los filmes convencionales para luego escribir sobre ellas en la cartelera.

         Dos meses después de la apertura de las salas X, en uno de los locales de la calle Cuenca se estrenó la legendaria “El diablo en la señorita Jones”, de Gerard Damiano, y la Turia, como hacía con todos los estrenos de la ciudad, publicó el lunes siguiente la crítica del filme. Para sorpresa general, la inflexible cartelera realizó una crítica muy favorable a la cinta de Damiano, lo que provocó una curiosa reacción entre el público cinéfilo de la ciudad. La sala x de la calle Cuenca se llenó de cinéfilos que acudían en tropel a ver las reflexiones sartrianas de la señorita Jones con la Turia bajo el brazo. La crítica de la Turia constituyó un filón para los propietarios de la sala, que mantuvieron durante un año la película en cartel. En los dos primeros meses de proyección en Valencia, “El diablo en la señorita Jones” registró llenos diarios.

         La Turia mantuvo su costumbre de publicar críticas de las películas X que se estrenaban en Valencia hasta comienzos de este siglo, cuando la desaparición de la mayoría de las salas y la caótica programación de las que restaban (que, en algunos casos, proyectaban filmes pirateados de videoclubes) obligó a los críticos habituales de la cartelera a desistir de su empeño. Sin embargo, el espacio para la crítica de cine porno permanece en la actualidad en la mítica cartelera gracias a la sección “El rincón del piu” (el nombre que tuvo, en su origen, el espacio de la publicación dedicado al cine porno), que reseña filmes actuales y novedades en el mercado del cine X en dvd.

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Paco Gisbert

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